Hoy: el "Gustar"
El sentido del gusto está relacionado con un acto tan vital y elemental de nuestro existir como es el comer. Comiendo, introducimos la vida de otros seres dentro de nosotros para mantenernos en vida. Así, el gusto siente cómo la vida ajena entra dentro de nosotros para darnos vida o para darnos muerte. Se trata, pues, de un sentido muy íntimo, situado en el paladar, en el umbral de nuestra hondonada. El gusto discierne la exterioridad que se adentra. Discernimiento vital, ya que nos va la vida en ello.
Por otro lado, el gustar está asociado a la primera de las etapas del crecimiento humano descritas por Freud: la fase oral. La vida comienza por la boca. Ahora bien, podemos quedar atrapados para siempre en ese succionar primitivo de nuestra infancia, y pasando la vida absorbiendo, devorando, tragando, sin haber aprendido a gustar. El gusto cambia la cantidad por la calidad, la avidez por el deleite, la voracidad por el sabor. A decir de San Ignacio, «no el mucho saber harta y satisface el alma, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE, 2). Sentir, gustar, saber internamente... todo ello opuesto al tragar, hartar, exteriormente satisfacer... No es casual que en la tradición espiritual el discernimiento sea considerado como un gusto interno: «el sentido del espíritu es el gusto preciso de lo que se discierne» dice Diadoco-
Y del sabor (sapor) viene también el saber (sapere), y del saber, la sabiduría (sapientia), tanto etimológicamente como existencialmente. Es sabio/a aquel/la que sabe gustar de las cosas pequeñas de cada día, comenzando por el pan tierno de la mañana y el café con leche caliente.Ejercitando cotidianamente la dimensión física del gusto, podemos acceder a capas más profundas del ser. Ahí radica su ejercicio iniciático, un ejercicio que no ocupa tiempo, sino que requiere atención. Como dice el Maestro Eckhart, «quien tiene a Dios en la lengua encuentra en todas las cosas el gusto de Dios».
El ejercicio iniciático del gusto adquiere un carácter sacramental en la Eucaristía: un mínimo de sabor para un máximo de Presencia. El Cuerpo de Cristo no es devorado ni tragado, sino que lentamente va deshaciéndose, lentamente deslizándose, lentamente haciéndose ser de mi ser para que yo me vaya haciendo ser de su Ser.
P. Melloni Sj
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