sábado, 6 de agosto de 2011

IGNACIO INTEGRADOR


Integración es quizás hoy lo que el mundo más necesita. Apostar a lo que nos une, a pesar de ser tan distintos, y deshacernos de aquello que nos divide. Buscamos demasiado parecernos a modelos de pantalla, y no vemos qué complementarios podemos llegar a ser entre nosotros. Para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra misión de educadores, hoy más que nunca tenemos que mirarnos amorosamente y reconciliar las partes que parecen opuestas pero que en realidad son las que están llamadas a integrarse en lo que le falta a cada uno. Vamos entonces por más integración y más realismo. Es parte de nuestra naturaleza.

Bello artículo.

¡Muchas gracias Estela y P. Agustín!


IGNACIO INTEGRADOR

“Ignacio es un hombre eminentemente integrador, como pocos”, decía un maestro ya fallecido, el P. Jesús Corella SJ, celebrando una sabiduría espiritual construida sobre la integración de aparentes opuestos que resultan ser complementarios. Desde la Buena Noticia que trae Jesús, nuestra fe vive integrando paradojas: los últimos serán los primeros, de la escasez surge la abundancia, los pobres son los preferidos del Reino, y para evolucionar hay que ser como niños. También en los comienzos de la Iglesia hubo un Papa, San Clemente de Roma, que ya señalaba el camino de la integración: Preguntado el Señor mismo, por alguno, sobre cuándo vendría su Reino, contestó: Cuando el dos sea uno, y lo de fuera como lo de dentro, y lo masculino [integre y respete] como lo femenino. Con estos opuestos enseñaba las virtudes de la integridad, la transparencia y la castidad.

Desde Loyola hasta su último tiempo en Roma, Ignacio vivió integradamente las paradojas humanas y espirituales. En el comienzo mismo de los Ejercicios Espirituales, cuando nos pone ante vida larga y vida corta, salud y enfermedad, riqueza y pobreza, honor y deshonor (EE 23). Ignacio es un contemplativo de la creación que está llena de opuestos: cielo y tierra, luz y oscuridad, varón y mujer, sístole y diástole, intimidad y alteridad, y muchas más, quizá haciéndose eco de aquella frase del Eclesiástico: Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y El no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra. ¿Quién se saciará de ver su gloria? (Eclo 42, 24-25)

El legado de Ignacio es como una danza que integra gracia y libertad, peregrinar y permanencia, ternura y firmeza, contemplación y acción, complejidad y simplicidad, lo universal y lo particular. Es toda apertura al Espíritu, dejando obrar “inmediate” al Creador con su creatura (EE 15), y toda vigilancia para “que se hagan todas las diez adiciones con mucho cuidado” (EE 130). Según Nadal, Ignacio “era conducido con suavidad adonde no sabía”, pero examinaba su conciencia cada hora, como narra el Memorial de González de Cámara. Contempla a la Trinidad “en su solio real o trono de la su divina majestad”, sin olvidar “la casa y aposentos de Nuestra Señora” (EE 103, 106). Las Constituciones de los jesuitas comienzan invocando “la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Creador y Señor” (C 134), y finalizan con un detalle doméstico: que “las casas y colegios se tengan en lugares sanos y de buen aire” (C 827). Para el peregrino, Dios «es mayor que la cosa mayor del mundo, sin embargo le podemos hallar en la cosa más pequeña», como reza el elogio sepulcral del primer centenario de la fundación de la Compañía. El “magis” que caracteriza su espiritualidad recibe eintegra “todas las cosas creadas” (EE 23) como medios para ir a Dios. Por eso rechaza cualquier angelismo alienante que quiera dar la espalda a las realidades humanas.

Estela Clara Grignola C.J.
P. Agustín Rivarola S.J.

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